Miro por la ventana el horizonte
que sin prisa va haciéndose más claro,
me gusta la madrugada y su fresco.
Las luces de lejos no son iguales,
sus colores y formas son también música
que pasa veloz quedándose en el aire.
En parte, la gente no ha vencido al sueño,
está vestida para el día pero sigue ausente
y en parte, el sueño no acepta a ciertos despiertos.
A esa hora, ella ya está librando un combate,
y cuando le da fin, recoge su pelo a un lado
y me muestra su rostro regalándome una sonrisa.
Y me siento amanecido, me siento agradecido,
porque ella sonríe y vale todo...
La hora y 15 que estamos en el colectivo no la siento.