Supimos que bebe’i,
a las cuatro semanas,
tenía el tamaño de una semillita de amapola.
A las 5 semanas era como una pequeña semillita de sésamo,
a las 6 como una lenteja
a las 7 como un garbanzo
a las 8 como un frijol mágico
a las 9 como una uva y
a las 10 semanas como una aceituna…
El crecimiento continuó,
sin pausas pero sin prisas,
bendecido con el beso de la madre naturaleza.
Y a las 11 semanas el tamaño de bebe’i era como el de un higo,
a las 12 como el de un limón verde
a las 13 como una vaina de arvejas
a las 14 como un limón, pero amarillo,
a las 15 como una manzana y
a las 16 semanas como un aguacate…
Y el crecimiento continuó…
Y con ella las comparaciones
para darnos una idea de cómo crecía en su mundo
y que entendamos su cada vez mayor falta de espacio adentro.
Su tamaño fue en aumento,
semana a semana de nuevo:
como locote, tomate grande, banana,
zanahoria, pepino, mango rosa, berenjena,
piña y ahora meloncito de verano paraguayo…
Recitarán en vano otras teorías:
Es por esas comparaciones,
y por la ansiedad que genera la espera,
que nos queremos “comer” a los bebés.
Emma, prepárate para la intensidad de tu mami.