jueves, 23 de enero de 2020

Bruno

I
Bruno mira al lado de sus hijos la procesión que camina para dar entierro a uno de sus héroes en la comunidad aché. Están tranquilos, y si bien sienten un fuego en el pecho, no es el duelo en sí, sino la necesidad imperiosa de tener justicia. Coinciden en el pensar y en el sentir, no es justo. Esos chicos no tienen lágrimas en los ojos, tienen escenas, con voces incluidas y hasta alientos que calientan el cuello. Escenas como una de las últimas, tomando tereré en medio de risas:

- ¿Volverás pronto?
- Me parece que no -responde el padre- pero igual, siempre estoy y siempre estaré con ustedes.
- ¿Alguna vez tuviste miedo en este trabajo, papá?
- El monte es nuestra vida, ustedes son mi vida. No se puede tener miedo de defender la propia vida…

II
Atardece y el sol empieza a hundirse en las copas de los árboles, mientras pinta de naranja el cielo sobre tanto verde. Las manos de Bruno son jóvenes pero tienen las apariencia de quien ha vivo cerca de un siglo, y también esa sabiduría. Mueven de lado a lado la bombilla en la guampa antes de cebar el tereré que acerca a su compañero. El otro sorbe la bebida y corta el silencio con una pregunta:

- ¿Serán cazadores? ¿Serán cultivadores?
- Me parece que no -responde Bruno- debemos tener cuidado mañana.
- ¿Alguna vez tuviste miedo en este trabajo? –le pregunta también Idilfo, un tercer compañero.
- No se puede tener miedo de defender la propia vida.

III
Amanece y el grupo sube a su bote con motor para inspeccionar las orillas del Jeju'imi. Quieren confirmar un campamento ilegal en la reserva, quieren proteger el alma de la tierra que reposa en esa parte del Paraguay. Avanzan sin mucha conversa entre ellos, la vista de águila supervisando lo que se ve y lo que no en el territorio, avanzan 10, 20 y hasta 30 km de su base. Entonces divisan el campamento, desde donde enseguida los saludan con una nutrida descarga. No es un juego, es peligroso y lo saben. Los cuatro saltan al río buscando el refugio de las aguas, alguien lanza un grito.

IV
Bruno mira al lado de sus hijos la procesión que llega a su destino, está tranquilo porque sus hijos están bien. A ellos no les duele enterrar ese cuerpo, que además es semilla. Saben que esa persona no se va, que se queda para seguir con la lucha al lado de su comunidad. Respiran y luego miran hacia arriba repitiéndose como mantra: no se puede tener miedo de defender la propia vida.


Epílogo
Bruno Chevugui y sus compañeros fueron emboscados por desconocidos el 7 de febrero de 2013, mientras patrullaban la Reserva del Mbarakaju por el río Jeju'imi. Bruno recibió un impacto de bala que terminó con su vida, y fue arrastrado aguas abajo, donde se lo encontró dos días después. Sus compañeros sí salvaron la vida, pero solo luego de ser rescatados del monte pudieron contar la historia. Historia que quedó como legado, y que no ha terminado.