viernes, 30 de octubre de 2020

Querer

Quiéreme,
obsesivamente: quiéreme.
Quiéreme, y quiere también a quien quiero,
obsesivamente.
Quiérela,
como te quiero, quiérela.
Que será entonces un manto de gozo para ti,
un manto mágico.
Quiérenos,
obsesivamente te querremos.
Quemémonos con suaves caricias, con besos,
cada día y noche.

Quiéreme,
y quiéreme completamente.
Incompleto, yo igual te pido que me quieras,
queriéndola a ella.
Quiérela,
te lo pido por tanto quererte:
tú la mereces. Dueña del abrazo que quiebra
los malos abrazos.
Quiérela,
y ya no querrás otra compañía.
Entenderé, pues soy un poco como Cupido,
creando posibilidades.

Quiérela,
Cura mi alma, mata mi cuerpo.
Yo buscaré el horizonte, hallar otro tributo,
mientras la abrazas.
Quiérela,
que cuando ella sienta tu querer
la conexión ya no les permitirá separarse,
obsesionados a muerte.
Quiérela,
tanto y así no temer a las balas.
Se parte suya, defiéndela, obsesivamente,
solo a ella: a la libertad.

miércoles, 28 de octubre de 2020

Salud

Krishnamurti decía “No es signo de buena salud el estar bien
adaptado a una sociedad profundamente enferma”
recuerdo esta frase frecuentemente
y con ella trato de evaluarme, aunque
no siempre soy objetivo, pues
a veces no estoy sano, y no quiero aceptarlo.

Entonces aparece ella,
para des-adaptarme de mí,
y entre tantas cosas, me da salud.

Miércoles

miércoles de baúl
-caja de zapatos, en verdad-
miércoles de barrio, de vecindad,

de mañanas de tereré,
   de estudio interrumpido,
   de reflexiones sobre la vida y el amor

de siestas de confesiones,
   de miedos, de amores,
   de canciones en inglés
   y puteadas al rally,
   tan dañino aunque lo nieguen

de tardes de toddy con pan trincha
   de charlas y más charlas,
   de jardinería y limpieza,
   de misas sin gente,
   al menos, con templo a medio llenar

de noches de tereré
-necesito aclarar que esto es de 24hs-
   de filosofía y religión
   de astrología y psicología
   de sueños/ de sueño
   de despedidas que siempre eran,
   siempre,
   el inicio de nuevas bienvenidas

La espera

Con los días, sucesivamente ha ido durmiendo menos, aunque no lo notan su cuerpo ni su mente. Sola en la casa, la mujer ha caminado en círculos tanto tiempo que la alfombra de la sala se ve como un sendero en medio del pasto. O como una trinchera, considerando que ese andar infinito en ese espacio tan finito es lo que la protege.

 Son las 21:00hs. Acaba de terminar el noticiero central, sin que ella haya escuchado algo, siguiera el pronóstico del tiempo al que suele ser tan adicta Empieza ahora un programa de distracción farandulero que se le hace mudo: ve en la pantalla a algunos comediantes y una modelo que ríen y gesticulan pero no los oye. No lo entiende.

 De pronto algo la saca del magacín: suena el teléfono y lo atiende con prontitud.

 -          Dime algo positivo, hija mía – pide.

 Escucha la respuesta moviendo la cabeza afirmativamente. Se despide con calma. Suspira. Vuelve a la caminata infinita.

 Son las 22:00hs. Sale de su círculo mágico para avanzar por otro sendero que ha ido formando sin querer: el que va a la cocina. Abre la heladera y la luz que se enciende la petrifica. Sus ojos se posan sobre un pollo horneado, perfectamente dorado y casi sin tocar, pero no lo nota. Lo que hizo fue una rutina: no busca nada, no ve nada, solo piensa, piensa más de lo que debería pensar.

 Cierra la puerta inferior y abre la del congelador, de donde toma un hielo. Piensa enfriar para tomar un jugo de pomelos, que en la tarde no tomó porque estaba muy frío, y luego quedó sin guardar. Coloca el hielo en la mesada y toma un cuchillo común. Quiebra el hielo de un golpe, pero en vez de seguir con la preparación da otro golpe, y luego otro y otro. El hielo se dispara destrozado por la mesada y el piso, y solo cuando el cuchillo le salta de las manos se deja caer al piso. Llora, llora desconsoladamente.

 A las 23:00hs piensa en cuánto llanto puede caber en una hora. Ya está calmada. Ha llorado, se ha limpiado y esta vez sí ha tomado el jugo de pomelo, 2 vasos bien fríos. Siempre en su sala, repara en la ventana grande que da a la calle. Siente que su alma fue tomando el ritmo de afuera, cada vez más calma, silenciosa y profunda. Inclusive la llovizna que empieza a caer.

 Decide rezar y opta por un rosario para poder aferrarse a algo material, como solía expresar: para sentir “a alguien” sosteniéndola de la mano. Confunde los misterios del día, lo que es entendible, pues ella misma confunde los días, está sin noción de ellos. El primer misterio lo completó bien, el segundo lo extendió unas aves María y los demás los juntó repitiendo la oración desordenadamente unas 60 veces. Los dedos no avanzaban sobre las cuentas, sino que se apretaban por ellas mientras el pulgar gastaba solamente una durante toda la plegaria.

 Su fe es menor a sus pensamientos, y es que piensa más de lo que debería pensar. Y lo que piensa ya no es ordenado. No da tregua a su mente y sus pensamientos se le presentan como visiones, unos invitándolo a jugar, otros a que se acueste un rato. No acepta ninguna oferta y espanta a quienes lo seducen prendiendo la radio. No escucha qué es lo que suena, pero deja de escucharse así misma por un rato y eso le gusta.

 Sabe que debe dormir, pero su cama es otra descuidada pretendiente. Algo teme, especialmente ese día. Se aprieta el pecho y suspira.

 Entonces, cerca ya de la media noche, la calma de esa noche de barrio tranquilo se quebranta con una serie de ladridos. Es miércoles o jueves, no suelen haber borrachos esos días. No los hay. Tampoco tienen ni aparecen en escena amigos de lo ajeno. Es raro, pero los perros no se detienen y los ladridos se hacen chillidos. Entiende que es un anuncio funesto y se santigua con el rosario aún liado en los dedos.

 El teléfono de la casa suena de nuevo, puntual a las 00:00hs, o quizás 1 minuto después. Un corazón contento pero con la voz llorosa la llama desde el hospital para contarle que su nieta ha salido de terapia intensiva, finalmente. Serán noticia por haber vencido al coronavirus. Nadie contesta y la joven piensa en que su madre se habrá quedado dormida y está descansando un rato, por fin, después de tan trágica semana. No insiste para no demorarse y volver junto a su hija.

  

El reloj avanza con su ritmo de carreta antigua, lo que no le impide marcar que son las tres de la madrugada. Afuera los perros siguen llorando. Adentro ya nadie esperará a las chicas cuando vuelvan del hospital.


jueves, 8 de octubre de 2020

Escondite

 Escondite,

trinchera,

no sé qué es,

pero me deja ser esta duda

-y así dejar de serla-

para luego mostrarme mejor

siendo más,

trinchera,

y escondite.


Refugio.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Exceso

 Que no te duela que tengan la razón,

porque la tendrán, y mucho.

Ella, por ejemplo, representa eso.


Dicen que todo en exceso es malo,

aplica también para la razón?

aplica también para lo que la extraño?


Si tengo razón,

y si la extraño mucho...

Es muy malo?... Creo que estoy jodido...

jueves, 24 de septiembre de 2020

miércoles, 16 de septiembre de 2020

ésta ko me gusta

ésta ko me gusta para tu cuñada
aipotaitengo
le dije mostrándole la foto
entra loco
juky es
me dijo entre burla y elogio
jary’iete
toca la guitarra pio
tiene un encanto de voz
es un angelito chera’a
tampoooooco
se ve mejor que el tereré
ssshhhh!!!
ekakana
nde celosata pio
omanota hina ápe
ko ñane amista tekaka’i
ha mba’e la upea pio
eruna chera’a
que pio lo que tanto
a ver tu foto
traepue nde maricón
jodete
jodete vos
jodele
aipotaitengo


25 marzo 2008

jueves, 20 de agosto de 2020

La cosa es así

La cosa es así:
Que vos sientas que estás dando todo,
no significa
que tu pareja sienta que estás dando todo.

Lo fundamental es,
siempre, el diálogo.

martes, 18 de agosto de 2020

puede acabar

he intentado más de una vez dibujar tu
rostro, tu silueta o el camino
de tus labios finos

he intentado describirte muchas veces
describiendo emociones,
paisajes, colores

y nada te abarca, vida
porque eres eso vida: vida,
que puede acabar

nada te abarca , mi cielo
y es que tu eres el mundo,
que puede acabar

y porque puede acabar,
como eres aquí el mundo,
el cielo y mi vida:

          te respeto
          te honro,
          te amo

lunes, 10 de agosto de 2020

El tesoro enterrado de Valle Puku

Tres figuras avanzan a la vera del arroyo sin proyectar sombra más allá de sus pies; la delgadez no les impide caminar con rapidez e intentar sacarse sonrisas continuamente, caminan y se bromean. Son hermanas, dos muchachas y un joven, el menor. Están desandando un camino que hicieron años atrás, sumándose al éxodo de la patria.

 

- ¡Estamos llegando! –exclama el joven apuntando a un claro con la tacuara que usa de bastón.

- No puedo creerlo –responde una de las hermanas

- Realmente es increíble, después de tanto tiempo –señala María, la siguiente.

 

Se encuentran con que la casa no está ocupada como el resto de la ciudad, pero fue destruida. Los invasores sabían que las familias enterraron sus joyas y cosas de valor antes de abandonar las ciudades, y no era difícil adivinar cuáles eran -o habían sido- las de mejor condición económica. En este caso, se llevaron todas las sillas talladas, y hasta el kambuchi de la entrada fue sableado por su falta de agua.

 

Ninguna comenta nada mientras mira el piso, buscando nadie sabe qué. La parralera está sin frutos y las pocas hojas verdes que le quedan apenas dan sombra al suelo castigado. Todo el patio y los alrededores fueron cavados, removidos en busca de objetos de valor. En el único lugar que no tiene un hoyo de tierra, ahí se arrodillan las hermanas Servín y empiezan una última perforación al suelo.

 

Cuando el pozo tiene cierta profundidad, dejan la tacuara con punta que usan de pala para avanzar con su excavación a mano, ahora con más cuidado pero con la misma energía con la que empezaron. No temen ensuciarse las manos, sacan la tierra por puños. Una de ellas hasta se hace un corte, pero no lo nota.

 

María llega primero, siente la madera y aunque la felicidad le da una cosquilla desde la boca del estómago para afuera, su primera reacción es soltar unas lágrimas y abrazar a su hermana, que responde en emoción y con el mismo llanto. Son lágrimas de felicidad, han encontrado su tesoro familiar, aquel que los invasores no encontraron.

 

-          Déjenme ayudar –dice el varón en ese momento.

 

Eduardo, que así se llama el joven, se suma entonces a la tarea y se encarga de sacar la caja de madera, convertida en improvisado cofre pocos días después de que el vicepresidente Sánchez hiciera la más temida comunicación: el ejército aliado se acercaba y Luque debía desocuparse. En aquel entonces era solo un niño, y tener que huir fue una tristeza inexplicable.

 

La caja está dañada por la humedad, ha pasado enterrada mucho tiempo. Tanto él como sus hermanas, si bien no lo expresan, sienten un remolino de emociones. Destapar el cofre podría significar el cierre del terrible ciclo o una rememoración total de la lastimera historia reciente: despojo, persecución y pérdida de vidas, como las de su padre y otros hermanos.

 

El joven corta unas ramas de jazmín del Paraguay y las utiliza como plumero para sacudir la tierra roja de la caja, las mueve de izquierda a derecha repetidamente para dar tiempo a sus hermanas de soltarse. No quiere ser él quien dé el paso. Las otras dan acuse del mensaje, se sueltan, se acomodan las polleras y dan un gran suspiro para mirarlo y decir:

 

-          Hagámoslo.

 

Las hermanas abren la caja, e inmediatamente son invadidas por una paz que se les hace pesada en el pecho y mandan afuera de él con una alabanza, pues la sagrada imagen de Nuestra Señora de las Mercedes está casi intacta; con el rostro algo deteriorado, pero intacta. En ese mar de miseria, la imagen se convierte en tabla de náufrago para las hermanas.

 

- El rostro está dañado, quizás triste porque perdimos la guerra -sentencia Eduardo.

- Todavía no la hemos perdido -responden a coro las hermanas, quienes asumen como un milagro que toda la propiedad se haya removido para dar con oro y plata, y entre las joyas y candelabros de la iglesia familiar no se hayan llevado la imagen.

 

Pero su hermano no entiende eso. En su pecho siente el dolor que su patria, su casa fuera saqueada. La santa imagen no le produce lo mismo que a sus hermanas, a él le recuerda, con el dolor de un golpe, los mejores años de su infancia -enviada tan lejos por los cañones- la sombre de la parralera, el aire freso del vecino Yukyry, a su madre y a su máximo héroe, aún más grande que el propio Mariscal, su padre, muerto como el otro en Cerro Cora.

 

- Hemos perdido –insiste el joven. No porque quiera contrariar a sus hermanas, sino porque de verdad lo siente.

- No hemos escapado de nada –se le responde-, cumplimos el mandato natural de los paraguayos, el de vencer o morir, y si ahora podemos pararnos aquí es porque hemos vencido.

- ¿Vencido qué, penurias? Papá y nuestros hermanos están muertos, aquí la casa destruida, y por ahí los macacos rondando. Hemos perdido la guerra.

- ¡Es que la guerra no ha terminado, entiende! Los cañones están en silencio porque quieren descansar un rato, anduvieron despiertos 5 años. Pero pueden despertar. Todo esto fue solo una batalla, y la batalla final es la empieza ahora, la decisiva.

 

Pensar que queda una batalla anima a Eduardo, mal apurado en la mente por la rabia ante tantas injusticias: pensar en venganza le hace alzar la mirada y preguntar cuál es esa batalla que queda.

 

- La de reconstrucción –le responde la mayor.

- A ellos no les importa ni les importó nunca el Paraguay –siguió María mientras acariciaba el cabello descuidado de la Virgen- si no, hubiesen encontrado este tesoro. No sé si la hubieran destruido o secuestrado, pero ella no se dejó ver.

- ¿Qué tiene que ver la imagen? –pregunta el joven Servín.

- Tiene que ver con que sabemos de dónde vino, y desde que llegó ha hecho cosas buenas, como crear una comunidad.

 

Como sabe que la furia es un caballo sin bridas, y su hermano aún no reacciona, la hermana mayor continúa su exposición:

 

- Esta imagen vino en el barco Santa María, en el mismo viaje que la madame Lynch, por cierto. Nuestro hermano Rufino siempre fue el práctico de ese barco y la trajo de Europa motivado por los sentimientos piadosos que papá le inculcó. Llegó a casa el mismo año que tú. Era solo el busto y papá se encargo de encontrar al mejor carpintero del valle para que le completara el cuerpo. Desde entonces, nuestra puerta estuvo abierta para recibir a vecinos con quien compartir la devoción a Nuestra Señora de las Mercedes, que ha sabido responder a nuestros afectos y nos tiene juntos, vivos.

- Eso lo que decía papá –reaccionó Eduardo- debemos recordar nuestras raíces y honrar a nuestros antepasados. Saber de dónde venimos, y hacia dónde debemos ir.

- Así es –respondió la hermana mayor sujetándole el rostro con una mano, viéndolo con maternal amor.

- ¿Es por eso que dices lo de la guerra, verdad?

- Sí hermano. La batalla final empieza ahora. Se llevaron las cosas materiales pero no lo que somos, somos fe y esperanza, somos unidad. ¡Eso somos los paraguayos! Ahora debemos resistir, debemos recordar lo que pasó, tenemos que cuidar nuestro idioma, nuestras costumbres y nuestra forma de ser. Eso lo que los aliados querían aniquilar, pero juramos con nuestra madre Virgen Santa de la Merced de testigo, que las hermanas Servín no lo permitiremos. Pondremos nuestra parte, no decaeremos. La verdadera invasión es la se prepara ahora, y es ahora que hay que resistir.

- Hay mucho por hacer, hermanas.

 

La familia se funde en un abrazo mientras el sol avanza camino al horizonte. Luego ordenan la galería de la casa y preparan un altar que da al camino que llega a la casa. Como sus padres les enseñaron, dejarán las puertas de la casa abiertas para quien lo necesite.

 

Esa noche, último sábado del otoño de 1870, luego de asearse y compartir la improvisada cena, los Servín encierran con un semicírculo a la patrona de la comunidad y rezan el rosario. Cada quien un misterio gozoso. Luego se duermen a sus pies, después de mucho tiempo, sin miedo y con la esperanza de un mañana.


 * * *

 

Los meses pasan y la casa está reparada. El color y los aromas del jardín anuncian la llegada de la primavera. La familia Servín y toda la comunidad está contenta porque la imagen de la Virgen “de la mercé” ha vuelto de Tobatí, donde un anciano artesano la ha restaurado. Tanto amor se dedicó al trabajo y tan esperada fue ella que, desde que la descubrieron, nadie dudó de que ese rostro santo era el de la misma Virgen María.

 

* * *

 

Tiempo después, la comunidad se levanta de nuevo en torno a la capilla familiar. Devoción y comunidad crecen, al punto que la imagen migra a una nueva casa, más grande, en donde las hermanas Servín siguen siendo sus cuidadoras. Eduardo, a su vez, se convierte en un adulto trabajador y solidario, vecino conocido y querido en la comunidad de Valle Puku.

 

Los argentinos se van primero, los brasileros después. Se agradece esta liberación a la Virgen de las Mercedes, que intercede por los presos. Se le canta y ora en castellano y también en guaraní. El Paraguay puede de nuevo ser dueño de sí mismo.

 

Unas manos callosas se tomas entre sí, dos mujeres y un hombre. Sonriendo, alguien exclama:


           - Hermanas, ustedes siempre tuvieron la razón. Hemos ganado la guerra.

jueves, 9 de julio de 2020

Consigna


Un virus no invitado,
polizonte en más de un barco.
Cuarentena como propuesta
de cuidado compartido, aquí.

Miedo, quizás no,
ansiedad, si, por la prensa,
voraz de morbo y mentiras,
hambrienta de roja sangre.

La invitación impuesta
fue “quédate en casa”,
para los que sí podíamos,
y para quienes no podían.

Y ahí, siempre ella.
Desempolvamos el Decamerón,
que releímos con
nuevos ojos, sintiéndolo un poco.

Como aquellos allá, fuimos
sucesivamente reina y rey,
pero manteniendo solo una consigna:
vencer miedo y ansiedad con un grito.

Branislava

El gobierno está en proceso de construir un puente que unirá Asunción con Chaco'i. Para mí la obra es un sinsentido, aunque su origen tenga un claro sentido de lucro privado, y todo lo que eso arrastra en un país con autoridades altamente corruptas.

No quiero ahondar en esas reflexiones, ni en las cuestiones técnicas, que también le han sido señaladas.

Quiero mencionar que hace unos meses el MOPC difundió un concurso -que no sé si fue tal- para proponer el nombre para la obra. Mencionaba la integración del jurado y los principales criterios de evaluación. Yo creo que terminaron sin usarlos y viendo cuál se repetía más.

Participé, proponiendo como nombre "Branislava Susnilk". Más tarde vi que mucha gente hizo la misma propuesta, y con mejores argumentos que los míos. Eso no me hiere, me alienta, me hace pensar que siempre habrá con quien apostar por algo.

Pero bueno, el punto de hoy es, simplemente, que quiero compartirles mis razones para proponer el nombre de aquella mujer, saludos.

Branislava fue eslovena y paraguaya. Antropóloga; puso en el mapa de nuestra historia y realidad a los indígenas, los conectó con nuestra sociedad. Especialmente, quiso cruzar el río y avanzar hacia el norte, a la otra región.

Reconocerla es, en parte, reconocer el aporte de la mujer en la historia; y principalmente, es recordar las raíces que nos permiten llevar las ramas al cielo.

Como ella, el puente conectará las dos regiones del país para recordarnos que solo en unidad se forma el Paraguay.

jueves, 2 de julio de 2020

San Juan en Itakurubi

Cuando Renato llegó a Itacurubí de la Cordillera, en junio de 2001, lo primero que hizo fue quejarse del frío. Sus primos que lo recibieron le dijeron que no se queje, porque de lo contrario más adentro, hacia el Río Yhaguy, se congelaría el fin de semana. Renato frotó sus manos para calentarlas y sopló dentro de ellas, luego aclaró que hizo el comentario por el viaje solamente, y que estaba preparado para la diversión en familia.

Por la noche, Miguel y Manuel le contaron que las fiestas de San Juan “del interior” son diferentes a las fiestas que se hacen en Asunción, pero no menos espectaculares. Le hablaron de sus rituales de fuego y de que había actividades para todos los intereses. Renato abiertamente expresaba que nada podía sorprenderlo, pero que lo verdaderamente importante era que luego de mucho podían reunirse. Los hermanos tomaron como un desafío personal hacer inolvidable la fiesta para su primo.

En la mañana, los hermanos conversaban dando cuerpo a las ideas que tenía cada uno:

- Vamos a decirle a la comisión que los jóvenes nos encargaremos de preparar el pombero jepe’e, y vamos a hablar con Fulgencio para que asuste a Renato.
- ¿Eso no será muy atrevido ya, Miguel?
- Él dice que nada puede sorprenderlo. Vamos a ver si se anima a caminar por la chacra.
- No digo por Renato, digo por el karai.
- Miguel, ya estamos en el Siglo XXI. Hace mucho que ya no anda por acá el pombero.
- También, vamos a ver qué dice Fulgencio -titubeó la respuesta.

Al medio día, Renato y sus primos hablan más de lo que comen. Los hermanos ponen en marcha su plan:

- Primo, acá hay algo que no hay en Asunción, pero que solo con coraje puede verse.
La respuesta de Renato fue levantar una ceja.
- De verdad te digo -insistió Manuel- acá, en la noche de San Juan puede verse al pombero.
- Manuel, no quieras asustar a tu primo -“le retó” su mamá desde la cocina, y se volvió cómplice involuntaria del plan, pues esa frase interpeló al muchacho.
- Yo no le temo a nada y esta noche lo demostraré ¿Cómo es eso del pombero?

Los primos le contaron que en las fiestas tradicionales de San Juan, una sensación era jugar al pombero jepe’e. Le explicaron que al final de una chacra vecina al lugar de la fiesta se encendía una fogata, y el desafío era llegar a la misma, donde a veces podía verse, de espaldas, a un hombre en cuclillas, desnudo, y con el cuerpo totalmente pintado con carbón o barro. Esta persona representaba al pombero y su función era asustar a quien osara acercarse.

- O sea, es una suerte de “habitación del terror” rural -explicó Renato con gesto de satisfacción- Quieren asustar a uno por el camino. ¿Y qué gano cuando llego a la fogata?
- Además del respeto de la comunidad, quien llega al final puede recoger de al lado de la fogata, una caja de cigarillos, una petaca de caña pura, o algún frasco de miel -dijo Manuel, y agregó una explicación: Estos eran los productos que la gente le tributaba al pombero para ganar su amistad; se los dejaban por la tarde en agujeros de los árboles cercanos a las casas, donde ya no amanecían.

Miguel agregó que a veces los organizadores ponen 5 mil en las cajas de cigarrillos, y una vez hasta 50 mil. Valía el premio, el pombero jepe’e era una alegoría completa, aterrorizante. Más en esos retiros de la campaña, donde muchos ancianos siguen sin pronunciar el nombre del genio durante las noches, por temor a convocarlo.

La noche fue particularmente fría, pero el señor San Juan permite el fuego y nadie sentía los 10 grados que hacían. Aquí algunos chichos competían en esgrima teniendo como espadines pequeños atados de paja con fuego en las puntas. Allá los más grandes corrían tras una pelota tata esperando la salida del toro kandil. En un costado, los muchachos se mironeaban con  las chicas en un cortejo que despertaba en los pechos tantos fuegos como los de la plaza. Renato notó la mirada de Ana, y la mirada de ella pareció tener fuegos de artificio antes de bajarse. Se sonrojaron.

- Yo iré a buscar la fogata, pero no para mostrar el valor que tengo –Dijo Renato mirando a Ana, que ya no disimulaba su sonrisa- Sino que para traer y fumarme una caja de Marlborito, demasiado frío hace.
- ¡Eso! ¡Ese es mi gallo! ¡Trae también una petaca! -Le alentaron sus primos y otros amigos a la vez de hacerle sus pedidos.

Renato se apartó del grupo y entró a una chacra. La cruzó adentrándose al lugar en donde se pensó el Pombero jepe’e. Los ruidos de la fiesta, cada vez más atrás, fueron dando paso a un silencio, casi, casi sepulcral, se oía el correr del Yhaguy. Sintió el viento de junio mucho más frio que de costumbre debido a la cercanía de agua. El vuelo de una bandada de murciélagos le puso todos los pelos de punta. Estaba alerta pues sabía que querrían asustarlo, y aún así, el miedo que antes no estaba lo acarició pero no le impidió llegar a la fogata, de donde tomó dos cajas de cigarrillo y una petaca verde. Allí mismo tomó un trago de caña para mojar la garganta, calentarse y envalentonarse. Dio vuelta y empezó a salir.

En la plaza, las chicas rodeaban a Ana murmurando y riendo, ella se sonrojaba y bajaba la cabeza. Los muchachos, por su parte, sonreían victoriosos y contaban minutos para ver venir a Renato, blanco del susto, corriendo como condenado a muerte. Y de pronto, escucharon a Renato lanzar un grito de espanto en la chacra. A todos se les erizaron los pelos, pero enseguida se largaron a reír.

- ¿Quién hizo de karai? -Preguntó Ovidio a Manuel- ¡Cómo me hubiese gustado ver la cara de tu primo asunceno!
- Quedamos que iba a ser Fulgencio, le asustó bien grande parece.
- Y tiene luego una cara que le ayuda -Bromeó otro amigo.

Las risas iban en aumento, pero inmediatamente cesaron cuando vieron llegar a Fulgencio del lado opuesto a la chacra. Antes de que pudieran modular palabra alguna éste les dijo: “Gente, demasiado frió hace hoy. Vamos a suspender nomás esto del pombero jepe’e. De ninguna manera me pienso congelar sin remera al lado del río”.

Todos palidecieron. Recordaron que el Pombero no perdona el robo de su tabaco.

Recuerdo breve

Tanto tiempo hace, y parece que ayer apenas nos volvíamos rojos con el color del suelo que hacía de lecho.

Máximas escolares

Máximas escolares que vuelvo a repetir:
"Perserva y triunfarás"
"La práctica hace al maestro"

Runi

Temblor

Le temblaron las piernas al pensar en la crisis adolescente.
Realmente la había tenido?

Y ella? Perfecta como era, la solución de las crisis misma,
si ella aún no la había tenido?

Se repitió -sin convencerse- que las crisis las hace cada uno,
y el temblor era solo de frío.

jueves, 11 de junio de 2020

Lugar

En la mirada que te reinicie,
en la que veas el universo,
en la mirada que sea una caja de Pandora
guardando en ella la esperanza,
en esa mirada... ese es lugar

jueves, 4 de junio de 2020

Cuarentena

Cuarentena,
días que se hicieron largos,
haciendo más buenos a los buenos
y más mbores a los mbores.

En el gobierno hay algunos rostros nuevos
pero no se erradican todas las prácticas viejas.

Realmente,
los días se hicieron largos,
haciendo más buenos a los buenos
y más mbores a los mbores.

Cuarentena,
yo he sobrevivido escondido en sus ojos.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Autoridad

suelo
techo
pecho,
todos enfrentaron
los gases
las balas
el fuego
los gases
solo hacen llorar a la historia,
las balas
las dispara un pasado impune,
el fuego
hace cenizas que serán cuna del fénix
Curuguaty
Guahory
Itakyry,
todos enfrentaron
los gases
las balas
el fuego
autoridades
existen solo en los afiches
"la autoridad"
es un fajo en moneda extranjera
y los derechos,
igual que los criaturas, esperan no morir


11 05 2017

lunes, 10 de febrero de 2020

Retrato


Debo practicar para mejorar la mirada:
me cuestan sus ojos porque el universo no es que se dibuja nomás...

jueves, 23 de enero de 2020

Bruno

I
Bruno mira al lado de sus hijos la procesión que camina para dar entierro a uno de sus héroes en la comunidad aché. Están tranquilos, y si bien sienten un fuego en el pecho, no es el duelo en sí, sino la necesidad imperiosa de tener justicia. Coinciden en el pensar y en el sentir, no es justo. Esos chicos no tienen lágrimas en los ojos, tienen escenas, con voces incluidas y hasta alientos que calientan el cuello. Escenas como una de las últimas, tomando tereré en medio de risas:

- ¿Volverás pronto?
- Me parece que no -responde el padre- pero igual, siempre estoy y siempre estaré con ustedes.
- ¿Alguna vez tuviste miedo en este trabajo, papá?
- El monte es nuestra vida, ustedes son mi vida. No se puede tener miedo de defender la propia vida…

II
Atardece y el sol empieza a hundirse en las copas de los árboles, mientras pinta de naranja el cielo sobre tanto verde. Las manos de Bruno son jóvenes pero tienen las apariencia de quien ha vivo cerca de un siglo, y también esa sabiduría. Mueven de lado a lado la bombilla en la guampa antes de cebar el tereré que acerca a su compañero. El otro sorbe la bebida y corta el silencio con una pregunta:

- ¿Serán cazadores? ¿Serán cultivadores?
- Me parece que no -responde Bruno- debemos tener cuidado mañana.
- ¿Alguna vez tuviste miedo en este trabajo? –le pregunta también Idilfo, un tercer compañero.
- No se puede tener miedo de defender la propia vida.

III
Amanece y el grupo sube a su bote con motor para inspeccionar las orillas del Jeju'imi. Quieren confirmar un campamento ilegal en la reserva, quieren proteger el alma de la tierra que reposa en esa parte del Paraguay. Avanzan sin mucha conversa entre ellos, la vista de águila supervisando lo que se ve y lo que no en el territorio, avanzan 10, 20 y hasta 30 km de su base. Entonces divisan el campamento, desde donde enseguida los saludan con una nutrida descarga. No es un juego, es peligroso y lo saben. Los cuatro saltan al río buscando el refugio de las aguas, alguien lanza un grito.

IV
Bruno mira al lado de sus hijos la procesión que llega a su destino, está tranquilo porque sus hijos están bien. A ellos no les duele enterrar ese cuerpo, que además es semilla. Saben que esa persona no se va, que se queda para seguir con la lucha al lado de su comunidad. Respiran y luego miran hacia arriba repitiéndose como mantra: no se puede tener miedo de defender la propia vida.


Epílogo
Bruno Chevugui y sus compañeros fueron emboscados por desconocidos el 7 de febrero de 2013, mientras patrullaban la Reserva del Mbarakaju por el río Jeju'imi. Bruno recibió un impacto de bala que terminó con su vida, y fue arrastrado aguas abajo, donde se lo encontró dos días después. Sus compañeros sí salvaron la vida, pero solo luego de ser rescatados del monte pudieron contar la historia. Historia que quedó como legado, y que no ha terminado.