viernes, 30 de octubre de 2020
Querer
obsesivamente: quiéreme.
Quiéreme, y quiere también a quien quiero,
obsesivamente.
Quiérela,
como te quiero, quiérela.
Que será entonces un manto de gozo para ti,
un manto mágico.
Quiérenos,
obsesivamente te querremos.
Quemémonos con suaves caricias, con besos,
cada día y noche.
Quiéreme,
y quiéreme completamente.
Incompleto, yo igual te pido que me quieras,
queriéndola a ella.
Quiérela,
te lo pido por tanto quererte:
tú la mereces. Dueña del abrazo que quiebra
los malos abrazos.
Quiérela,
y ya no querrás otra compañía.
Entenderé, pues soy un poco como Cupido,
creando posibilidades.
Quiérela,
Cura mi alma, mata mi cuerpo.
Yo buscaré el horizonte, hallar otro tributo,
mientras la abrazas.
Quiérela,
que cuando ella sienta tu querer
la conexión ya no les permitirá separarse,
obsesionados a muerte.
Quiérela,
tanto y así no temer a las balas.
Se parte suya, defiéndela, obsesivamente,
solo a ella: a la libertad.
miércoles, 28 de octubre de 2020
Salud
recuerdo esta frase frecuentemente
y con ella trato de evaluarme, aunque
no siempre soy objetivo, pues
a veces no estoy sano, y no quiero aceptarlo.
Entonces aparece ella,
para des-adaptarme de mí,
y entre tantas cosas, me da salud.
Miércoles
-caja de zapatos, en verdad-
La espera
Con los días, sucesivamente ha ido durmiendo menos, aunque no lo notan su cuerpo ni su mente. Sola en la casa, la mujer ha caminado en círculos tanto tiempo que la alfombra de la sala se ve como un sendero en medio del pasto. O como una trinchera, considerando que ese andar infinito en ese espacio tan finito es lo que la protege.
El reloj avanza con su ritmo de
carreta antigua, lo que no le impide marcar que son las tres de la madrugada.
Afuera los perros siguen llorando. Adentro ya nadie esperará a las chicas
cuando vuelvan del hospital.
jueves, 8 de octubre de 2020
Escondite
Escondite,
trinchera,
no sé qué es,
pero me deja ser esta duda
-y así dejar de serla-
para luego mostrarme mejor
siendo más,
trinchera,
y escondite.
Refugio.
miércoles, 7 de octubre de 2020
Exceso
Que no te duela que tengan la razón,
porque la tendrán, y mucho.
Ella, por ejemplo, representa eso.
Dicen que todo en exceso es malo,
aplica también para la razón?
aplica también para lo que la extraño?
Si tengo razón,
y si la extraño mucho...
Es muy malo?... Creo que estoy jodido...
jueves, 24 de septiembre de 2020
miércoles, 16 de septiembre de 2020
ésta ko me gusta
aipotaitengo
le dije mostrándole la foto
entra loco
juky es
me dijo entre burla y elogio
jary’iete
toca la guitarra pio
tiene un encanto de voz
es un angelito chera’a
tampoooooco
se ve mejor que el tereré
ssshhhh!!!
ekakana
nde celosata pio
omanota hina ápe
ko ñane amista tekaka’i
ha mba’e la upea pio
eruna chera’a
que pio lo que tanto
a ver tu foto
traepue nde maricón
jodete
jodete vos
jodele
aipotaitengo
25 marzo 2008
jueves, 20 de agosto de 2020
La cosa es así
Que vos sientas que estás dando todo,
no significa
que tu pareja sienta que estás dando todo.
Lo fundamental es,
siempre, el diálogo.
martes, 18 de agosto de 2020
puede acabar
lunes, 10 de agosto de 2020
El tesoro enterrado de Valle Puku
Tres figuras avanzan a la vera del arroyo sin proyectar sombra
más allá de sus pies; la delgadez no les impide caminar con rapidez e intentar
sacarse sonrisas continuamente, caminan y se bromean. Son hermanas, dos muchachas
y un joven, el menor. Están desandando un camino que hicieron años atrás,
sumándose al éxodo de la patria.
- ¡Estamos llegando!
–exclama el joven apuntando a un claro con la tacuara que usa de bastón.
- No puedo creerlo
–responde una de las hermanas
- Realmente es
increíble, después de tanto tiempo –señala María, la siguiente.
Se encuentran con que la casa no está ocupada como el resto de
la ciudad, pero fue destruida. Los invasores sabían que las familias enterraron
sus joyas y cosas de valor antes de abandonar las ciudades, y no era difícil
adivinar cuáles eran -o habían sido- las de mejor condición económica. En este
caso, se llevaron todas las sillas talladas, y hasta el kambuchi de la
entrada fue sableado por su falta de agua.
Ninguna comenta nada mientras mira el piso, buscando nadie sabe
qué. La parralera está sin frutos y las pocas hojas verdes que le quedan apenas
dan sombra al suelo castigado. Todo el patio y los alrededores fueron cavados,
removidos en busca de objetos de valor. En el único lugar que no tiene un hoyo
de tierra, ahí se arrodillan las hermanas Servín y empiezan una última
perforación al suelo.
Cuando el pozo tiene cierta profundidad, dejan la tacuara con
punta que usan de pala para avanzar con su excavación a mano, ahora con más
cuidado pero con la misma energía con la que empezaron. No temen ensuciarse las
manos, sacan la tierra por puños. Una de ellas hasta se hace un corte, pero no
lo nota.
María llega primero, siente la madera y aunque la felicidad le
da una cosquilla desde la boca del estómago para afuera, su primera reacción es
soltar unas lágrimas y abrazar a su hermana, que responde en emoción y con el
mismo llanto. Son lágrimas de felicidad, han encontrado su tesoro familiar,
aquel que los invasores no encontraron.
-
Déjenme ayudar –dice
el varón en ese momento.
Eduardo, que así se llama el joven, se suma entonces a la tarea
y se encarga de sacar la caja de madera, convertida en improvisado cofre pocos
días después de que el vicepresidente Sánchez hiciera la más temida
comunicación: el ejército aliado se acercaba y Luque debía desocuparse. En aquel
entonces era solo un niño, y tener que huir fue una tristeza inexplicable.
La caja está dañada por la humedad, ha pasado enterrada mucho
tiempo. Tanto él como sus hermanas, si bien no lo expresan, sienten un remolino
de emociones. Destapar el cofre podría significar el cierre del terrible ciclo
o una rememoración total de la lastimera historia reciente: despojo,
persecución y pérdida de vidas, como las de su padre y otros hermanos.
El joven corta unas ramas de jazmín del Paraguay y las
utiliza como plumero para sacudir la tierra roja de la caja, las mueve de
izquierda a derecha repetidamente para dar tiempo a sus hermanas de soltarse.
No quiere ser él quien dé el paso. Las otras dan acuse del mensaje, se sueltan,
se acomodan las polleras y dan un gran suspiro para mirarlo y decir:
-
Hagámoslo.
Las hermanas abren la caja, e inmediatamente son invadidas por
una paz que se les hace pesada en el pecho y mandan afuera de él con una
alabanza, pues la sagrada imagen de Nuestra Señora de las Mercedes está casi
intacta; con el rostro algo deteriorado, pero intacta. En ese mar de miseria, la
imagen se convierte en tabla de náufrago para las hermanas.
- El rostro está
dañado, quizás triste porque perdimos la guerra -sentencia Eduardo.
- Todavía no la hemos
perdido -responden a coro las hermanas, quienes asumen como un milagro que toda
la propiedad se haya removido para dar con oro y plata, y entre las joyas y
candelabros de la iglesia familiar no se hayan llevado la imagen.
Pero su hermano no entiende eso. En su pecho siente el dolor que
su patria, su casa fuera saqueada. La santa imagen no le produce lo mismo que a
sus hermanas, a él le recuerda, con el dolor de un golpe, los mejores años de
su infancia -enviada tan lejos por los cañones- la sombre de la parralera, el
aire freso del vecino Yukyry, a su madre y a su máximo héroe, aún más grande
que el propio Mariscal, su padre, muerto como el otro en Cerro Cora.
- Hemos perdido
–insiste el joven. No porque quiera contrariar a sus hermanas, sino porque de
verdad lo siente.
- No hemos escapado de
nada –se le responde-, cumplimos el mandato natural de los paraguayos, el de vencer o morir, y si ahora podemos
pararnos aquí es porque hemos vencido.
- ¿Vencido qué,
penurias? Papá y nuestros hermanos están muertos, aquí la casa destruida, y por
ahí los macacos rondando. Hemos perdido la guerra.
- ¡Es que la guerra no
ha terminado, entiende! Los cañones están en silencio porque quieren descansar
un rato, anduvieron despiertos 5 años. Pero pueden despertar. Todo esto fue
solo una batalla, y la batalla final es la empieza ahora, la decisiva.
Pensar que queda una batalla anima a Eduardo, mal apurado en la
mente por la rabia ante tantas injusticias: pensar en venganza le hace alzar la
mirada y preguntar cuál es esa batalla que queda.
- La de reconstrucción
–le responde la mayor.
- A ellos no les
importa ni les importó nunca el Paraguay –siguió María mientras acariciaba el
cabello descuidado de la Virgen- si no, hubiesen encontrado este tesoro. No sé
si la hubieran destruido o secuestrado, pero ella no se dejó ver.
- ¿Qué tiene que ver
la imagen? –pregunta el joven Servín.
- Tiene que ver con
que sabemos de dónde vino, y desde que llegó ha hecho cosas buenas, como crear
una comunidad.
Como sabe que la furia es un caballo sin bridas, y su hermano
aún no reacciona, la hermana mayor continúa su exposición:
- Esta imagen vino en
el barco Santa María, en el mismo viaje que la madame Lynch, por cierto.
Nuestro hermano Rufino siempre fue el práctico de ese barco y la trajo de Europa
motivado por los sentimientos piadosos que papá le inculcó. Llegó a casa el
mismo año que tú. Era solo el busto y papá se encargo de encontrar al mejor
carpintero del valle para que le completara el cuerpo. Desde entonces, nuestra
puerta estuvo abierta para recibir a vecinos con quien compartir la devoción a Nuestra
Señora de las Mercedes, que ha sabido responder a nuestros afectos y nos tiene
juntos, vivos.
- Eso lo que decía
papá –reaccionó Eduardo- debemos recordar nuestras raíces y honrar a nuestros
antepasados. Saber de dónde venimos, y hacia dónde debemos ir.
- Así es –respondió la
hermana mayor sujetándole el rostro con una mano, viéndolo con maternal amor.
- ¿Es por eso que
dices lo de la guerra, verdad?
- Sí hermano. La
batalla final empieza ahora. Se llevaron las cosas materiales pero no lo que
somos, somos fe y esperanza, somos unidad. ¡Eso somos los paraguayos! Ahora
debemos resistir, debemos recordar lo que pasó, tenemos que cuidar nuestro
idioma, nuestras costumbres y nuestra forma de ser. Eso lo que los aliados querían
aniquilar, pero juramos con nuestra madre Virgen Santa de la Merced de testigo,
que las hermanas Servín no lo permitiremos. Pondremos nuestra parte, no
decaeremos. La verdadera invasión es la se prepara ahora, y es ahora que hay
que resistir.
- Hay mucho por hacer,
hermanas.
La familia se funde en un abrazo mientras el sol avanza camino
al horizonte. Luego ordenan la galería de la casa y preparan un altar que da al
camino que llega a la casa. Como sus padres les enseñaron, dejarán las puertas
de la casa abiertas para quien lo necesite.
Esa noche, último sábado del otoño de 1870, luego de asearse y
compartir la improvisada cena, los Servín encierran con un semicírculo a la
patrona de la comunidad y rezan el rosario. Cada quien un misterio gozoso.
Luego se duermen a sus pies, después de mucho tiempo, sin miedo y con la
esperanza de un mañana.
Los meses pasan y la casa está reparada. El color y los aromas
del jardín anuncian la llegada de la primavera. La familia Servín y toda la
comunidad está contenta porque la imagen de la Virgen “de la mercé” ha vuelto
de Tobatí, donde un anciano artesano la ha restaurado. Tanto amor se dedicó al
trabajo y tan esperada fue ella que, desde que la descubrieron, nadie dudó de
que ese rostro santo era el de la misma Virgen María.
Tiempo después, la comunidad se levanta de nuevo en torno a la
capilla familiar. Devoción y comunidad crecen, al punto que la imagen migra a
una nueva casa, más grande, en donde las hermanas Servín siguen siendo sus
cuidadoras. Eduardo, a su vez, se convierte en un adulto trabajador y
solidario, vecino conocido y querido en la comunidad de Valle Puku.
Los argentinos se van primero, los brasileros después. Se
agradece esta liberación a la Virgen de las Mercedes, que intercede por los
presos. Se le canta y ora en castellano y también en guaraní. El Paraguay puede
de nuevo ser dueño de sí mismo.
Unas manos callosas se tomas entre sí, dos mujeres y un hombre.
Sonriendo, alguien exclama:
- Hermanas, ustedes siempre tuvieron la razón. Hemos ganado la guerra.
jueves, 16 de julio de 2020
jueves, 9 de julio de 2020
Consigna
Branislava
jueves, 2 de julio de 2020
San Juan en Itakurubi
Por la noche, Miguel y Manuel le contaron que las fiestas de San Juan “del interior” son diferentes a las fiestas que se hacen en Asunción, pero no menos espectaculares. Le hablaron de sus rituales de fuego y de que había actividades para todos los intereses. Renato abiertamente expresaba que nada podía sorprenderlo, pero que lo verdaderamente importante era que luego de mucho podían reunirse. Los hermanos tomaron como un desafío personal hacer inolvidable la fiesta para su primo.
En la mañana, los hermanos conversaban dando cuerpo a las ideas que tenía cada uno:
- Vamos a decirle a la comisión que los jóvenes nos encargaremos de preparar el pombero jepe’e, y vamos a hablar con Fulgencio para que asuste a Renato.
- ¿Eso no será muy atrevido ya, Miguel?
- Él dice que nada puede sorprenderlo. Vamos a ver si se anima a caminar por la chacra.
- No digo por Renato, digo por el karai.
- Miguel, ya estamos en el Siglo XXI. Hace mucho que ya no anda por acá el pombero.
- También, vamos a ver qué dice Fulgencio -titubeó la respuesta.
Al medio día, Renato y sus primos hablan más de lo que comen. Los hermanos ponen en marcha su plan:
- Primo, acá hay algo que no hay en Asunción, pero que solo con coraje puede verse.
La respuesta de Renato fue levantar una ceja.
- De verdad te digo -insistió Manuel- acá, en la noche de San Juan puede verse al pombero.
- Manuel, no quieras asustar a tu primo -“le retó” su mamá desde la cocina, y se volvió cómplice involuntaria del plan, pues esa frase interpeló al muchacho.
- Yo no le temo a nada y esta noche lo demostraré ¿Cómo es eso del pombero?
Los primos le contaron que en las fiestas tradicionales de San Juan, una sensación era jugar al pombero jepe’e. Le explicaron que al final de una chacra vecina al lugar de la fiesta se encendía una fogata, y el desafío era llegar a la misma, donde a veces podía verse, de espaldas, a un hombre en cuclillas, desnudo, y con el cuerpo totalmente pintado con carbón o barro. Esta persona representaba al pombero y su función era asustar a quien osara acercarse.
- O sea, es una suerte de “habitación del terror” rural -explicó Renato con gesto de satisfacción- Quieren asustar a uno por el camino. ¿Y qué gano cuando llego a la fogata?
- Además del respeto de la comunidad, quien llega al final puede recoger de al lado de la fogata, una caja de cigarillos, una petaca de caña pura, o algún frasco de miel -dijo Manuel, y agregó una explicación: Estos eran los productos que la gente le tributaba al pombero para ganar su amistad; se los dejaban por la tarde en agujeros de los árboles cercanos a las casas, donde ya no amanecían.
Miguel agregó que a veces los organizadores ponen 5 mil en las cajas de cigarrillos, y una vez hasta 50 mil. Valía el premio, el pombero jepe’e era una alegoría completa, aterrorizante. Más en esos retiros de la campaña, donde muchos ancianos siguen sin pronunciar el nombre del genio durante las noches, por temor a convocarlo.
La noche fue particularmente fría, pero el señor San Juan permite el fuego y nadie sentía los 10 grados que hacían. Aquí algunos chichos competían en esgrima teniendo como espadines pequeños atados de paja con fuego en las puntas. Allá los más grandes corrían tras una pelota tata esperando la salida del toro kandil. En un costado, los muchachos se mironeaban con las chicas en un cortejo que despertaba en los pechos tantos fuegos como los de la plaza. Renato notó la mirada de Ana, y la mirada de ella pareció tener fuegos de artificio antes de bajarse. Se sonrojaron.
- Yo iré a buscar la fogata, pero no para mostrar el valor que tengo –Dijo Renato mirando a Ana, que ya no disimulaba su sonrisa- Sino que para traer y fumarme una caja de Marlborito, demasiado frío hace.
- ¡Eso! ¡Ese es mi gallo! ¡Trae también una petaca! -Le alentaron sus primos y otros amigos a la vez de hacerle sus pedidos.
Renato se apartó del grupo y entró a una chacra. La cruzó adentrándose al lugar en donde se pensó el Pombero jepe’e. Los ruidos de la fiesta, cada vez más atrás, fueron dando paso a un silencio, casi, casi sepulcral, se oía el correr del Yhaguy. Sintió el viento de junio mucho más frio que de costumbre debido a la cercanía de agua. El vuelo de una bandada de murciélagos le puso todos los pelos de punta. Estaba alerta pues sabía que querrían asustarlo, y aún así, el miedo que antes no estaba lo acarició pero no le impidió llegar a la fogata, de donde tomó dos cajas de cigarrillo y una petaca verde. Allí mismo tomó un trago de caña para mojar la garganta, calentarse y envalentonarse. Dio vuelta y empezó a salir.
En la plaza, las chicas rodeaban a Ana murmurando y riendo, ella se sonrojaba y bajaba la cabeza. Los muchachos, por su parte, sonreían victoriosos y contaban minutos para ver venir a Renato, blanco del susto, corriendo como condenado a muerte. Y de pronto, escucharon a Renato lanzar un grito de espanto en la chacra. A todos se les erizaron los pelos, pero enseguida se largaron a reír.
- ¿Quién hizo de karai? -Preguntó Ovidio a Manuel- ¡Cómo me hubiese gustado ver la cara de tu primo asunceno!
- Quedamos que iba a ser Fulgencio, le asustó bien grande parece.
- Y tiene luego una cara que le ayuda -Bromeó otro amigo.
Las risas iban en aumento, pero inmediatamente cesaron cuando vieron llegar a Fulgencio del lado opuesto a la chacra. Antes de que pudieran modular palabra alguna éste les dijo: “Gente, demasiado frió hace hoy. Vamos a suspender nomás esto del pombero jepe’e. De ninguna manera me pienso congelar sin remera al lado del río”.
Todos palidecieron. Recordaron que el Pombero no perdona el robo de su tabaco.
Recuerdo breve
Temblor
jueves, 11 de junio de 2020
Lugar
en la que veas el universo,
en la mirada que sea una caja de Pandora
guardando en ella la esperanza,
en esa mirada... ese es lugar
jueves, 4 de junio de 2020
Cuarentena
días que se hicieron largos,
haciendo más buenos a los buenos
y más mbores a los mbores.
En el gobierno hay algunos rostros nuevos
pero no se erradican todas las prácticas viejas.
Realmente,
los días se hicieron largos,
haciendo más buenos a los buenos
y más mbores a los mbores.
Cuarentena,
yo he sobrevivido escondido en sus ojos.
miércoles, 13 de mayo de 2020
Autoridad
techo
pecho,
todos enfrentaron
los gases
las balas
el fuego
solo hacen llorar a la historia,
las balas
las dispara un pasado impune,
el fuego
hace cenizas que serán cuna del fénix
Guahory
Itakyry,
todos enfrentaron
los gases
las balas
el fuego
existen solo en los afiches
"la autoridad"
es un fajo en moneda extranjera
y los derechos,
igual que los criaturas, esperan no morir
lunes, 10 de febrero de 2020
Retrato
Debo practicar para mejorar la mirada:
me cuestan sus ojos porque el universo no es que se dibuja nomás...
jueves, 23 de enero de 2020
Bruno
Bruno mira al lado de sus hijos la procesión que camina para dar entierro a uno de sus héroes en la comunidad aché. Están tranquilos, y si bien sienten un fuego en el pecho, no es el duelo en sí, sino la necesidad imperiosa de tener justicia. Coinciden en el pensar y en el sentir, no es justo. Esos chicos no tienen lágrimas en los ojos, tienen escenas, con voces incluidas y hasta alientos que calientan el cuello. Escenas como una de las últimas, tomando tereré en medio de risas:
- ¿Volverás pronto?
- Me parece que no -responde el padre- pero igual, siempre estoy y siempre estaré con ustedes.
- ¿Alguna vez tuviste miedo en este trabajo, papá?
- El monte es nuestra vida, ustedes son mi vida. No se puede tener miedo de defender la propia vida…
II
Atardece y el sol empieza a hundirse en las copas de los árboles, mientras pinta de naranja el cielo sobre tanto verde. Las manos de Bruno son jóvenes pero tienen las apariencia de quien ha vivo cerca de un siglo, y también esa sabiduría. Mueven de lado a lado la bombilla en la guampa antes de cebar el tereré que acerca a su compañero. El otro sorbe la bebida y corta el silencio con una pregunta:
- ¿Serán cazadores? ¿Serán cultivadores?
- Me parece que no -responde Bruno- debemos tener cuidado mañana.
- ¿Alguna vez tuviste miedo en este trabajo? –le pregunta también Idilfo, un tercer compañero.
- No se puede tener miedo de defender la propia vida.
III
Amanece y el grupo sube a su bote con motor para inspeccionar las orillas del Jeju'imi. Quieren confirmar un campamento ilegal en la reserva, quieren proteger el alma de la tierra que reposa en esa parte del Paraguay. Avanzan sin mucha conversa entre ellos, la vista de águila supervisando lo que se ve y lo que no en el territorio, avanzan 10, 20 y hasta 30 km de su base. Entonces divisan el campamento, desde donde enseguida los saludan con una nutrida descarga. No es un juego, es peligroso y lo saben. Los cuatro saltan al río buscando el refugio de las aguas, alguien lanza un grito.
IV
Bruno mira al lado de sus hijos la procesión que llega a su destino, está tranquilo porque sus hijos están bien. A ellos no les duele enterrar ese cuerpo, que además es semilla. Saben que esa persona no se va, que se queda para seguir con la lucha al lado de su comunidad. Respiran y luego miran hacia arriba repitiéndose como mantra: no se puede tener miedo de defender la propia vida.
Epílogo
Bruno Chevugui y sus compañeros fueron emboscados por desconocidos el 7 de febrero de 2013, mientras patrullaban la Reserva del Mbarakaju por el río Jeju'imi. Bruno recibió un impacto de bala que terminó con su vida, y fue arrastrado aguas abajo, donde se lo encontró dos días después. Sus compañeros sí salvaron la vida, pero solo luego de ser rescatados del monte pudieron contar la historia. Historia que quedó como legado, y que no ha terminado.