Esperó la fecha de su cumpleaños, él mismo se preparó la torta y puso una sola vela en la misma, a pesar de cumplir 39 años, pues -según él- tenía solo un deseo.
Luego, apagó las luces de la casa, prendió la vela y disfrutó como alumbraba con fuerza suficiente. Se deleitaba en las formas que el humo formaba en el aire.
Entonces, pidió su deseo y sopló a la llama de la vela. No la apagó, pero su alma salió de su cuerpo por la bica y se abrazó a esa llamita. Tibia, se fundió con la cera.
Se durmió para siempre sin dolor, y su alma, sin prisa alguna, fue subiendo al cielo bailando, haciendo formas en el humo de la vela que se se iba extinguiendo.
Se cumplió su deseo.
1 junio