martes, 29 de agosto de 2017

Desayuno

La chipa de almidón con cocido le encantaba. Siempre había un lugar donde matar el vicio. Pero un día, el cocido acabó antes y el bocado de chipa que tenía no cruzó por su garganta. Dejó caer sus pertenencias y llevó ambas manos a la garganta.

Sin poder toser, con la cara roja y los ojos saltándole, cayó de bruces sobre la rampa que unía la vereda con el asfalto. Solo entonces quien le vendió el desayuno entendió lo que estaba pasando. Se echó encima y le apretó el estómago una… dos… y tres veces, hasta que la boca escupió el bolo.

La tos que sobrevino y la salivación dieron cuenta de la nueva oportunidad. Luego las miradas se encontraron y ahí, en menos de tres minutos, le salvó la vida por segunda vez.

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