La abuela se detuvo en la esquina, y miró a cada lado, dispuesta a cruzar la calle. También llegaron unos jóvenes, con la misma intención. Éstos, al cruzarla, le dijeron "quítese, vieja arrugada"
Ella, con la sabiduría de los años, y amante de la poesía se limitó a recitar: "Como te ves, me vi; y como me veo, te verás". Irrespetuosos, los chicos apuraron el paso sin escucharla siquiera.
"Discúlpeme abuela, hoy la contradeciré" -dijo alguien besándole la frente. Y, cosa nunca antes vista, la guadaña de la muerte salió disparada como un búmeran, que, luego de cumplir su cometido, volvió a manos de su dueña.
"Disfruto de esto", pensó la muerte mientras veía alejarse a la abuela.
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