las manos se frotan
para calentarse
y bajan la cuesta
erizándola toda,
como por el frío,
pero por el gusto
se frotan de nuevo
y se aventuran,
suben y bajan
por el valle
como perdidas,
pero por gusto
luego
la quietud crece
junto con la desesperación,
y de pronto el valle explota,
en simple,
intensa lluvia de flores
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