sábado, 4 de mayo de 2013

Para los besos (2005)



Para los besos, los ojos cerrados.
Después,
para los botones, su espalda.
Media vuelta,
frente a frente.
La altura, diferente al principio.
Al hacernos horizonte,
por un minuto iguales,
y a medida que
nuestra respiración se aceleraba,
su cabeza iba quedando
cada vez más arriba de la mía.
El arte despierta.
Corre la pintura,
se mueven las manos,
precisas,
suaves a ratos,
a ratos violentas.
Mientras tanto, la luz.
La luz era la testigo.
Sinceridad?
Pudor?
Quién sabe...
El concierto era lento.
Quizás por el lugar.
Quizás por nosotros mismos,
pero siempre... el miedo.
Miedo
a ese vaivén,
creador,
asesino;
A esos temblores
de únicamente
esos momentos.
El suelo,
el improvisado y el real,
camuflados
en un color nuevo,
distinto
a los propios pensamientos.
Los disfraces,
los complejos,
la locura y
la desesperación: solos.
Inclusive mucho
después de ese
gran suspiro,
olvidados como
si nada al
costado del lecho.
Y el infinito,
presente por fin
en el calor
de ese sueño,
posible,
cercano,
amigo.
Luego,
un abrazo aún
mucho más intenso.
Y al acercarse,
en una mirada
profunda
como el
primer golpe,
el mutuo acuerdo,
nada de máscaras.
Sus manos se
acercaron a mi rostro;
dejando su
cintura las
mías buscaron el suyo.
Y allí,
por primera vez,
oscuridad.

(Después ya no
volvimos a vernos).

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