sábado, 4 de mayo de 2013

Sapukái (2005)



Este escrito desordenado es para la gente
Desordenada que con su vida entregada a la vida
Va re-ordenando el mundo.

El primer grito: un llanto que abre los pulmones.
El segundo: el mundo violado casi por completo.
La vida puede ser un grito inmenso,
Pero no cualquier grito: un sapukái,
Que más que un grito,
Es la voz de lo más íntimo de
Nuestras entrañas, algo profundo,
La voz fuerte de todo nuestro ser.
Tienes que ser de esta tierra para entenderlo.
Tienes que ser de la tierra para lanzarlo.

Mucha gente ha simplemente gritado.
Otra en cambio, ha dado un sapukái auténtico,
Ha sido hermana de la tierra,
Ha sido compañera, ha denunciado, ha sufrido,
Ha optado por la posibilidad de la muerte
Para combatir por la vida.
Ha dado un sapukái sonoro.

Lo hizo un Bartolomé de las Casas, un Atahualpa,
Una Anahí, un Arambaré, Roque González, Alfonso y Juan
Monseñor Romero, Che Guevara y Ali Primera.
Ni el fuego ni las balas detuvieron su sapukái,
Ni el tiempo ni los slogan’s detienen su eco.

Daniel Esquivel, Agustín Goiburú,
Albino Amarilla, Amilcar Oviedo,
Miguel A. Soler, Juan Carlos D’Costa,
Mario Schearer, Arturo Bernal, Ramón Pastor Bogarín,
Es una lista anónima, extensa y honorable.

Tenemos a Sixto, Miguel, Gregorio y a otros de las Ligas.
Existe un libro (puto) y malvado que los registró
Y a otros tantos buscando callarlos, pero no bastó.
Nunca podría callarse a quien vive lo que dice.
Algunos, mientras se hundían en las ciénagas,
Seguían transpirando su protesta,
Gritaban con el cuerpo por no cerrar la boca,
Por no ser sumisos al silencio, a la muerte,
A esa basura de dictador puesta arriba
Por la basura de dictadores de arriba (de más arriba).

Aún existe gente que se anima a un sapukái.
Aunque exista la censura,
Aunque exista un cierto y particular terrorismo.
Por más que la mierda quiera ponernos en fila,
Ya sea como burros o bajo cruces,
Aunque nos metan en celdas o en manicomios...

El mundo se corrige de a poco... pero se corrige.
Lo único rápido es la muerte por la vida.
Cortan la lengua y también las manos,
Pero mientras algo del cuerpo siga latiendo,
Siempre, siempre habrá un sapukái.




Filadelfia, Chaco paraguayo.
En colaboración con Miguel A. Alarcón Romero, o sea, papá.

 

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